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POLITICAS CULTURALES Y AGENDA CULTURAL 21

En los últimos años, un concepto ha articulado el debate en las políticas culturales. Se trata del concepto de «diversidad cultural». La UNESCO ha aprobado dos documentos (en 2001 y en 2005) sobre este tema. En el año 2001, la Declaración sobre la Diversidad Cultural, que pone de manifiesto: (a) la riqueza que, para el mundo, significa la existencia de una diversidad de culturas, y (b) la importancia de imbricar cultura, diversidad y derechos individuales, cerrando el paso al «relativismo cultural» que cuestiona los derechos humanos. En el año 2005, la UNESCO aprobaba la Convención sobre la Diversidad Cultural, un documento con valor jurídico que apuesta por un reequilibrio en la producción y la difusión de bienes y servicios, actualmente muy concentrados en algunos países ricos.

Paralelamente, el Programa de la Organización de las Naciones Unidas para el desarrollo titulaba el informe para el desarrollo humano del año 2004 «La libertad cultural en el mundo diverso de hoy», y afirmaba que toda política de desarrollo, en países ricos o países pobres, tenía que incorporar una dimensión cultural, basada en los derechos y las libertades fundamentales, con el objetivo de dar, a cada ciudadano del mundo, más herramientas para desarrollar el proyecto de libertad personal.

Aunque estos documentos tienen un impacto menor para las políticas culturales de las ciudades, sí que legitiman, al más alto nivel, por un lado, entender la cultura en su multiplicidad de expresiones que hay que respetar y promover, y por otro, el papel de la cultura no como un instrumento al servicio de otros objetivos, sino como una dimensión del desarrollo.

El Ayuntamiento de Barcelona propuso el 24 de febrero de 2006, por unanimidad por parte de todos los grupos del Plenario, una declaración institucional en la que celebra la aprobación por parte de la UNESCO de la Convención sobre la Diversidad Cultural. En esta declaración, el Ayuntamiento de Barcelona se compromete «a reforzar el valor de la cultura como eje de desarrollo de la ciudad, promoviendo la diversidad de las expresiones culturales y fomentando la convivencia entre ellas».

Aprobada el 8 de mayo de 2004 por ciudades y gobiernos locales de todo el mundo «comprometidos con los derechos humanos, la diversidad cultural, la sostenibilidad, la democracia participativa y la generación de condiciones para la paz», la Agenda 21 de la cultura es la primera declaración sobre el desarrollo cultural a escala urbana, y ha sido ratificada por los plenarios municipales de ciudades como Bogotá, Montreal y Porto Alegre. Su aprobación ha dado lugar a la constitución de un grupo de trabajo en el seno de la organización mundial Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), que lleva a cabo el seguimiento de las iniciativas que, en todo el mundo, ejecutan la implantación de la Agenda 21 de la cultura.

La Agenda 21 de la cultura exige unas políticas orientadas a la participación activa de la ciudadanía en proyectos culturales y la necesidad de tener una mirada cultural sobre todos los proyectos de la ciudad (urbanísticos, económicos o sociales). La Agenda 21 de la cultura —cuyo texto se puede encontrar en el CD anexo a este documento— también pone el acento en aquellos valores que son intrínsecamente del mundo de la cultura: la memoria, la creatividad, la excelencia, el conocimiento crítico, el ritualismo, etc. Estos conceptos articulan el trabajo de los profesionales del mundo de la cultura, los cuales se convierten en imprescindibles para poner estos valores al servicio de los ciudadanos.

El día 21 de mayo de 2004, el Plenario del Ayuntamiento de Barcelona, mediante una medida de gobierno, aprobó por unanimidad su adhesión a la Agenda 21 de la cultura

 

 

 

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